La Universidad Mayor de San Simón (UMSS) tiene en Valle de Sacta, en pleno trópico cochabambino, una propiedad de aproximadamente 7 mil hectáreas (6.999 Ha), últimos vestigios de un gran bosque tropical depredado por acción directa del hombre. Así lo confirmó a este medio el Director de la Escuela de Ciencias Forestales, Esfor, Víctor Hugo Achá.
Como un quijote contra los molinos de viento, la Esfor viene luchando hace más de tres décadas por preservar ese bosque de la depredación, a través del trabajo sostenible de ese frágil ecosistema, en el que conviven especies vegetales, animales y colonos, asentados en el área circundante.
"Es un lunar en la región tropical de Cochabamba. En la imagen satelital se nota con claridad la masa boscosa, merced a la diferente densidad vegetal que muestran las zonas urbanizadas y las preservadas ", sostiene Achá.
Proyecto jochi pintado
Achá explica que, cuando se elaboró el plan de manejo forestal, se decidió unir esfuerzos investigativos con el proyecto BolFor de fauna silvestre. "Aprovechando las sendas del inventario forestal, también vimos huellas, hicimos parcelamientos, avistamientos, y encontramos tres especies que eran las más abundantes, a nivel de mamíferos, que nos interesan mucho por la dispersión de semillas, porque los bosques y animales constituyen un ecosistema en el que los unos sin los otros no subsistirían tan fácilmente", reflexiona el agrónomo. En esa tarea de investigar la fauna silvestre, el grupo de biólogos y forestales encontró al jochi colorado, al jochi pintado y a las carachupas (Didelsis marsupialis). "Como a las carachupas, al jochi colorado (Dasyprocta punctata) la gente tampoco se lo come, pero cuando hablamos de Cuniculus pacha que es el jochi pintado, la gente dice qué carne más rica, y, efectivamente, la carne de este animalito es una de las más sabrosas y se la consume en todo el sector tropical, desde México hasta Argentina, razón para que su población se reduzca", admite Achá.
Al ubicar jochi pintado en Valle del Sacta, los investigadores se dieron a la tarea de estudiar más en profundidad a esta especie, a fin de establecer el tipo de manejo que se le iba a dar. "Analizamos si podíamos manejarlo in situ (en su mismo hábitat) y así, algún momento, satisfacer la gran demanda de carne que existe en el país y la región. Inclusive hicimos un estudio de mercado sobre la demanda de carne de jochi. Visitamos como 40 locales y consultamos cómo adquirieron la carne, y la respuesta fue por cacería, toda ilegal, por supuesto", comenta el agronómo.
Detectada la fuerte demanda, los investigadores temieron que la presión llegaría a tal punto que este animalito no podría ser encontrado ni en bosques secundarios. Entonces se tomó la decisión de manejarlo en cautiverio. En principio, la idea fue criarlo en el propio bosque, pero se dio paso a nuevas tendencias de abordaje de animales silvestres como zoocría, que es la crianza en cautiverio. "En base a esa decisión, elaboramos un proyecto y concursamos a unos fondos para obtener recursos de Bélgica. Nos buscamos un socio de la universidad de Lieja y, con el doctor Jean Luc Jornik, presentamos la propuesta y ganamos el concurso. Esto nos permitió hacer dos cosas, calcular la población de jochis en el Valle de Sacta y luego instalar un zoocriadero. También recorrimos otros proyectos similares en Iquitos, Ecuador, Espiritu Santo en Brasil y Misiones, Argentina", explicó Achá, que en ese entonces participó del proyecto "Jochi Pintado".
El jochi pintado está más emparentado con los cuis (Cuniculus paca), es más de esa línea, añadió Achá al recordar que el grupo elaboró un plan de manejo técnico a través de transectos (trayecto a lo largo del cual se realizan las observaciones o se toman las muestras para un proyecto científico de investigación).
"Como es un animalito de hábitos nocturnos, diseñamos 6 transectos para investigar la cantidad de población, en un promedio de seis kilómetros, en el monte, limpios para poder caminar de noche", dijo Achá.
En ese entonces se hizo el registro de avistamientos de jochis con linternas, de los ruidos que emite, porque esta especie emite unos ruidos especiales y toda esa información fue procesada en el distance sampling, un software especial que permite establecer la abundancia de una especie, explicó el ingeniero Achá. "Encontramos que en el Sacta habían ocho individuos por Km2. Es decir, una abundancia poblacional relativamente muy baja para pensar en manejarlo en situ (en el mismo bosque), por lo que reforzamos el proyecto de manejo en cautiverio", ratificó Achá.
Luego se construyeron jaulas porque el jochi, además de tener hábitos nocturnos, es agresivo, tiene unos incisivos poderosos, por lo que su manejo es algo complejo, señaló Achá.
Monógamo
El macho es monógamo y la hembra tiene baja productividad, a lo sumo dos crías al año como máximo. En nada se parece al cui. "Por esa agresividad, construimos 10 jaulas de 4x4 con malla olímpica, con una mini piscina, tratando de replicar su hábitat, las características que tiene en el monte. En el monte, el jochi vive en cuevas que cava en la tierra, cercanas a los cursos de los ríos. Su madriguera tiene varias salidas, para poder huir y esconderse dentro el agua porque este animalito es un buen nadador", nos comenta Achá. Después de construir las jaulas, el siguiente paso fue colectar al jochi, no sólo en el bosque, sino rescatándolo de casas. De este modo, se tuvieron los primeros especímenes en el zoocriadero. "Si uno los alimenta, los cuida y les da seguridad, comienzan a reproducirse y la cría, si en los primeros 40 días desde su nacimiento está en contacto con el ser humano, pierde la agresividad, explica Achá.
Si bien el jochi pintado es monógamo, se lograron formar núcleos en los que un macho inseminó a tres hembras, incrementando el número de crías por año.
Fase comercial
El proyecto funciona con jochis mansos y más productivos, a través del manejo en cautiverio, siguiendo las normas nacionales (Dirección de la Biodiversidad) e internacionales al respecto y con socios estratégicos como el Museo de Historia Natural de La Paz. "Pero estamos todavía lejos de la fase comercial", agrega Achá.
LA INVESTIGACIÓN EN LA ESFOR
La Escuela de Ciencias Forestales (Esfor) es una entidad académica que trabaja en el ámbito forestal, con competencia científica para la formación de profesionales de excelencia, apoyados en procesos de investigación aplicada para la generación y uso adecuado de tecnología y, a través de la interacción social, buscar la transformación de la realidad local, regional y nacional, buscando el desarrollo forestal sostenible. De esta concepción surgen las líneas estratégicas dirigidas a promover, apoyar y fortalecer la actividad científica: Ordenación del bosque natural, forestería comunitaria, plantaciones forestales y agroforestales. A su vez, estas tres ejes se entrecruzan con otras líneas transversales de la investigación y que son la conservación de especies y bosques; biodiversidad y su sostenibilidad en el tiempo, y todo esto vinculado a la economía, la administración y gestión forestal y producción e industrias forestales.
CIENCIA APLICADA A LA SOCIEDAD
Proyectos pro biodiversidad
La Universidad Mayor de San Simón (UMSS) tiene entre sus principios vincular sus productos institucionales, académicos y de investigación científica a la sociedad a través de la interacción y la ciencia aplicada.
En el caso de los predios de la Escuela de Ciencias Forestales (Esfor), en el Valle de Sacta, el objetivo era generar núcleos productivos, como el de los jochis, que pudieran ser entregados a las comunidades vecinas. Alrededor del Valle de Sacta existen asentamientos y colonias de campesinos, que de algún modo se están volviendo socios de la Universidad en cuanto a la protección medioambiental. Ellos avisan la presencia de extraños en los predios y el personal acude a tomar medidas. No hace poco, hubo gente que pretendió chaquear 300 hectáreas de bosque, pero gracias a las buenas relaciones que la UMSS tiene con ellos, se logró frenar la incursión.
La universidad les provee de agua, a través de un convenio, por el que ellos pagaron el costo de los ductos de aducción, para recibir en sus chacos y viviendas el líquido elemento.
Socios en conservación
El concepto de la conservación es tener socios más que enemigos, porque estos últimos son a los que constantemente debe vigilarse y decirles lo que pueden y no pueden hacer, lo que deben o no deben tocar. La UMSS busca socios y amigos a través del intercambio, argumenta Achá. "Entonces nosotros pretendíamos entregar estos núcleos de jochis domesticados para que ellos saquen provecho de esta actividad". Todavía se está lejos de incursionar en la fase comercial, reconoce la autoridad de la Esfor. "El que mejor está en esa etapa es Brasil. Están utilizando chips para detectar especímenes de la zoocría y, haciendo un rastreo, pueden comercializar la carne en los distintos mercados, sin que estos se provean de los cazadores furtivos".
Especies liberadas
En realidad, desde el siglo pasado, década de los noventa, cuando se declaró la pausa ecológica, veda total indefinida, sólo dos especies se han liberado bajo planes de manejo de sostenibilidad. Son el lagarto negro o yacaré para que las comunidades indígenas de tierras bajas utilicen su cuero y carne. En la parte alta, las vicuñas, cuyas poblaciones estaban siendo diezmadas, ahora ya las poblaciones se han recuperado y con planes de manejo se les extrae la fibra y la comunidad está feliz porque recibe ingresos. En lista de espera están los taitetús (armadillo) jochis, tenemos una enorme potencialidad de vida silvestre en el país.
Potencial biodiverso
Todavía la mitad de Bolivia está cubierta de bosques, con problemas, pero todavía hay una gran biodiversidad, un gran potencial. Los indígenas, en realidad, se proveen de alimentos para garantizar su subsistencia de esos ecosistemas boscosos, por lo que les interesa preservalos. Desde la percepción occidentalizada, y extractivista, los recursos naturales deben servir para generar riqueza a la sociedad.