jueves, 8 de noviembre de 2018

A sus 68 años se gradúa de Derecho y es ejemplo de superación


Florinda Torrico Torrico consiguió salir bachiller a los 38 años y con 68 está a punto de recibirse como abogada de la Universidad Privada Domingo Savio. Lo reconoce, hubo muchas veces en que se acobardó o se sintió intimidada cuando alguna mirada indiscreta la hizo sentir fuera de lugar. Tampoco faltaron los comentarios irónicos por su edad en medio de los jóvenes. Pero así como hubo aspectos malos, también hubo muchos buenos, desde sus compañeros que la ayudaron con las materias “que no le entraban en la cabeza”, hasta docentes que cada vez que faltaba a clases la llamaban y la presionaban para no ‘tirar la toalla’ y volver a las aulas.

Flory goza de buena salud, es muy inquieta, buena conversadora y está acostumbrada a ir de aquí para allá porque gran parte de su vida y su patrimonio los debe a sus andanzas, vendiendo ropa y perfumes que da a crédito.

Su toga y birrete ya están listos para el acto de colación de grado, en total serán 270 los nuevos profesionales, 157 de los cuales corresponden a la carrera de Derecho, entre ellos Flory, quien dejó de ir a la escuela para cuidar a sus hermanitos cuando su padre murió, que trabajó haciendo limpieza, cuidando adultos mayores y vendiendo cosméticos y que pese a que no tuvo el apoyo de su pareja, que echaba llave a la puerta para que no saliera a estudiar, está a punto de hacer realidad su mayor anhelo: ser profesional.

Si bien tuvo que hacer de la vista gorda cuando se burlaban de ella, ahora va a hacer realidad aquel viejo adagio que dice ‘el que ríe último, ríe mejor’. Y Flory va a reír y mostrar su sonrisa más plena y más amplia; se demoró, pero los vaivenes de la vida que la llevaron a uno y otro lado finalmente cedieron; su voluntad fue más feroz.

¿Qué le impidió ser una niña que asiste a un colegio regular?

Perdí a mi padre cuando tenía cinco años, mi madre estaba esperando familia, tenía un hermano que recién estaba aprendiendo a caminar... por eso tuve que dejar la escuela, mi hermana mayor nunca permitió que yo fuera, me traía de los cabellos cuando yo quería ir. Desde mis ocho años me puse a trabajar, de niñera, en la limpieza, actualmente nadie me gana, mi casa es como un espejo, no hay una mancha. Cuando pasaron los años y mi madre ganó el juicio laboral por beneficios sociales que le debían de mi padre fallecido –él trabajaba en una mina en Llallagua (Potosí)–, mamá nos dio todo y no nos faltó nada. Pero a mis 16 mi hermana me llevó a Córdoba (Argentina), ahí trabajé en la casa de unos italianos que me quisieron harto, ellos me pagaban los pasajes para mis vacaciones en Bolivia; gracias a ellos subí por primera vez a un avión.

¿Cuándo es que se decidió a estudiar?

Cuando volví a Cochabamba un vecino, José Contreras, me llevó con engaños a un CEMA y yo me enojé, le dije que cómo pensaba que a mis 20 años iba a entrar al colegio. Sin embargo, me quedé y desde esa vez no hubo un solo día en que no estuviera en la puerta de mi casa para recogerme y llevarme en su bicicleta a mis clases. Sé que ahora él está en Cobija, es médico, y debo decir que me cuidaba como si fuera una flor, me aconsejó: “Nada de amiguitos, nada de revistitas y de novelitas”. Me decía que cuando entrara al baño me llevara un periódico, “porque Bolivia necesita de intelectuales. Tenemos que estudiar Flor, y tú vas a estudiar”. Yo tenía 22 años.

¿Por qué interrumpió de nuevo sus estudios?

Tomé la decisión de casarme y luego mi marido me dijo que las mujeres son para la cocina. Me trajo con engaños a vivir a Santa Cruz y me dejaba en la casa bajo llave. Tuve mi primer hijo y me separé a los tres años, luché y trabajé sola teniendo yo 26 años; me dediqué más que todo a vender cosméticos y los mejores perfumes, así obtuve mi casa, es de tres pisos, la construí en la Villa Primero de Mayo.

¿Y le costó mucho dar el paso hacia la universidad?

Cuando se acabó mi segunda relación me sentí triste, pero después contenta, me había dado a escoger entre permanecer con él o entrar a la universidad. Entonces me dije ‘ahora es mi oportunidad’. Yo no estudié con fines de lucro, elegí Derecho porque veo que para el pobre no hay justicia y quiero ayudar a esas personas gratuitamente.

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